Comentario
Durante los años 70 del siglo XX, si la crisis económica produjo inestabilidad en todo el mundo, un factor añadido de la situación fue que también en el período que estudiamos las relaciones entre las grandes potencias se deterioraron gravemente. Pero esos dos no fueron los únicos factores que permiten explicar lo sucedido en este tiempo de tormentas. La realidad es que el propio Tercer Mundo engendró por sí mismo dificultades complementarias. Ya sabemos que la descolonización no tuvo las consecuencias tan positivas que de ella se habían esperado. El movimiento de los países no alineados tampoco fue capaz de mantener su unidad y de actuar con independencia con respecto a las superpotencias; una parte de los países del Tercer Mundo se identificaron con los soviéticos mientras que otros mantenían la línea primigenia de este movimiento. La confrontación fue patente con ocasión de la Conferencia de los países no alineados celebrada en La Habana en septiembre de 1979: Castro y Tito, ambos comunistas, representaron cada una de las respectivas tendencias. Pero aún hubo un factor más, especialmente significativo en África del Norte, Medio Oriente e incluso más allá del Golfo Pérsico. La evolución del mundo en el último cuarto de siglo no puede entenderse sin tener en cuenta la peculiar relación entre religión y política.